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¡Feliz día! Santísima Virgen de la Merced

24 de setiembre solemnidad

«DIJO AL DISCÍPULO: “AHÍ TIENES A TU MADRE”. Y DESDE AQUELLA HORA,
EL DISCÍPULO LA RECIBIÓ EN SU CASA»

Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres la alegría de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza! (Judit 15,9).

Con estas palabras proféticas del libro de Judit que representan la prefiguración de la santa Virgen María, como intercesora ante su pueblo, saludamos a la Madre de Dios y de la Iglesia en este día del Señor, por el cual, celebramos la Solemnidad litúrgica en honor a Nuestra Madre de la Merced, Madre de los cautivos y Madre de los redentores (cf. COM 7), que inspiró esta obra de redención a través de la experiencia eclesial de san Pedro Nolasco, nuestro fundador.

Profundizando el salmo responsorial donde encarnamos la Palabra de Dios y su acción salvífica entre nosotros, puesto que “El Señor ha tenido misericordia de su pueblo”, nos unimos al canto de las madres de Israel: como Miriam, la hermana de Moisés; Ana, la madre de Samuel y María Virgen, en clave de Anunciación y Visitación para exclamar a nuestro Dios, el Göel-libertador, diciendo: “Cantaré a mi Dios un cantar nuevo ¡Tú eres grande, Señor, eres glorioso, admirable en poder e insuperable! Cántico hecho oración, que integrado a las palabras del Magnificat proclamamos la grandeza del Señor cuando se alegra nuestro espíritu en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc 1,46 ss.). De esa manera, la joven Virgen de Nazaret, la elegida por Dios, la Madre de Belén, la bienaventurada del Reino, la mujer profética del pueblo de Dios en camino, es felicitada por todas las generaciones, convirtiéndose en el modelo e icono de la Iglesia que peregrina en búsqueda de su Señor.

Así pues, unidos a las palabras del apóstol san Pablo a los Gálatas, nos quedamos asombrados del ser y quehacer divino, puesto que “Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de una mujer, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Ga 4,4.7). Desde esta perspectiva de elección y envío, integramos la Buena Nueva al encontrarnos con el Hijo a través de la Madre, tal como lo asimilamos en la hora de la cruz, que en sentido de filiación, pertenencia y donación nos permite pensar en la compasión del Hijo de Dios, quien establece un diálogo con la Madre y el discipulado (Jn 19,25-27). En esta línea de convergencia entre el crucificado, la madre espiritual y el discípulo amado, nos encontramos todos los bautizados en el Señor, quienes estamos invitados a acoger a la Madre celestial en nuestra casa, donde podemos profundizar los misterios de la fe, esperanza y caridad en favor de los cristianos cautivos en peligro de perder su fe.

Hoy, reunidos con el Abbá, Padre, en la Basílica, en el Templo, en la capilla o en el oratorio dedicado a la Madre del Redentor, lugar y espacio antropológico, teológico y eclesial, dinamizados por la fuerza del Espíritu santo junto al Sagrario y la Morada del Hijo de Dios, nos alegramos al llegar a la casa de santa María de la Merced, para celebrar la eucaristía como don de Dios entre nosotros. ¡Alegrémonos todos, busquemos el rostro del Señor, vayamos al encuentro de su Palabra, la Verdad que nos hace libres (Jn 8,32), para Visitar, Servir y Redimir al prójimo, dando gratis lo que hemos recibido gratis entre los caminos de la evangelización de nuestros semejantes ¡Viva la Virgen de la Merced! ¡Muchas bendiciones y felicidades en el apostolado mercedario-redentor!

Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.
Superior Provincial de los Mercedarios en el Perú

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